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Días sin pensar y sin desahogar

 Triste, soledad, pero, a veces, libertad y serenidad. Me canso del descontrol de la vida, me canso del devenir, y, sin embargo, disfruto de las emociones, o sufro de la cruel realidad. Siempre sufro, siempre soy egoísta, pero, otras veces, soy otra persona. Recuerdo los malos momentos y los guardo en mi ordenador. Disfruto de los buenos momentos, pero los dejo escapar porque me parecen fáciles de repetir; me doy cuenta de que no.  Me paso la vida perdiendo el tiempo buscando los buenos ratos cuando, la realidad, es que los dejo escapar porque fueron fáciles de conseguir. Sufro y después me libero. Disfruto y también sufro. Son golpes y reparaciones de mi mente los que puedo vivir. Disfruto sufriendo para obtener objetivos. Pero cuando el sufrimiento es mayor y el premio es menor, querer luchar por los ideales y las bondades de la vida crujen la salud y se nos escapa. Lloro por dentro y me cabreo por fuera. Deseo muchas cosas y a la vez no sé lo que deseo. Sufro y sufro por encontrar a
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Miércoles

 Miércoles, último día de esta semana especial. Semana de procesiones y culto. Semana muy importante para muchos. Para mí, semana familiar, semana de vacaciones con mis padres, con mis hijos. Semana para ver a Costa da Morte, semana para ver la montaña y disfrutar de Galicia. Aunque hoy solo vine aquí para darle una vuelta a mi vida y ver qué pasa cuando la pienso y le doy chance a mi felicidad.  ¿Me siento bien? ¿Qué es sentirse bien? En principio, podría decir que estoy bien y en líneas generales lo estoy, pero más bien, estoy en detrimento de mi bien estar. Duermo regular, me levanto levemente desorientado, por momento me duelen las sienes y veo de alguna forma con niebla mi mundo. Lo veo todo desenfocado y todo apático con poca luz. Además, siento que estoy por estar, voy a trabajar por obligación y estoy ahí sentado hasta que van dando las horas. Ocho horas, a veces, más, pasa el día para poder vivir y cuando comienza el día verdadero en el que quiero ser yo, no lo soy. Me

Por las mañanas

 Por las mañanas solitarias conduciendo al trabajo te asomas por delante de la luna de coche con una sonrisa. Estás ahí, a tamaño panorámico, traslúcida delante de un paisaje de carretera, sonriendo, espectacular, espectral, radiante, con unos ojos azules que me sonríen haciéndome despertar de una noche larga de poco sueño debido a mi mundo estresante-no estresante por la dificultad y cantidad del trabajo. Estresante por las circunstancias que no me son controlables y atacan. Estabas ahí, acompañándome con tú pelazo castaño ondulado brillante y sedoso. Con tu cuerpo vestido con mallas grises y camiseta corta amarilla, con magas vaporadas que se movían con la brisa de la primavera. Estabas estática pero muy expresiva, provocándome ilusión, ánimo, mejoría en mis expectativas. Mi camino continuaba hacia lo que parece el infinito, mi camino un poco más cerca del fin, pero contigo delante y dándome infinitas oportunidades para ir más allá, contigo. Mi imaginación diciéndome que eres

Radiante

El pasado viernes al verte te identifiqué con el calificativo de radiante. <aburrido> Estabas delante de mí y vi cómo te acercabas para decirme donde sentarnos. Lo tenías todo controlado. La verdad, el restaurante estaba ligeramente tranquilo en comparación con lo que es habitualmente. Estaba suspirando para mis adentros qué guapa, qué hermosa. Estás radiante. Radiactiva como tus ojos azules. Azules cian que me derrumban mis defensas. Azules que me ruborizan y me hacen sentir, no sé, celestial. Lo de celestial es una frikada que me vino en forma de recuerdo grabado, pero solo me acuerdo de la musicalidad y la tontería cuando unos amigos y yo lo pronunciábamos así: ¡Celestiaaaalll! ¡Celestiaaaalll! Como si de un cuerno in crescendo se tratase. Cada vez que te veo me abres las puertas del cielo, me iluminas el camino, me ilusionas, me inspiras. Pero me quedo boquiabierto, sin palabras, en modo recesivo ante la espiritualidad superior que transmites cuando te veo. Soy un mén